Lecturas del Conmemoración de todos los Fieles Difuntos
Lecturas del Conmemoración de todos los Fieles Difuntos
02 Nov 2024
Primera Lectura
Lectura del libro de las Lamentaciones (3,17-26):
Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.» Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios
Salmo del Día
Salmo 129
Desde lo hondo a ti grito, Señor
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
y así infundes respeto. R/.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R/.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R/.
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-6):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio
Por el Padre Daniel Manzuc
Por Monseñor Munilla
PARA REFLEXIONAR
- La liturgia nos propone hacer memoria de los fieles difuntos. El sentido de la conmemoración es ante todo la fiesta, la memoria agradecida con Dios y con esos hermanos que nos han tomado la delantera en el encuentro definitivo con nuestro Padre.
- Celebramos al Dios de la Vida, al Dios que Salva, al Dios de la Resurrección. Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, por eso desde el corazón de la muerte, celebramos y proclamamos la resurrección.
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- La primera lectura lleva nuestros pensamientos hacia la eternidad, se abren ante nosotros perspectivas de aquel «nuevo cielo» y de aquella «nueva tierra», que serán la «morada de Dios entre los hombres»; donde "Dios enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, no habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado". Esta es ya realidad vivida, por la inmensa multitud de los santos, que en el cielo gozan del encuentro con Dios.
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- Pablo habla del hecho histórico de la resurrección de Jesucristo para resaltar su valor salvífico, viendo en esa resurrección el principio de la nueva creación. Cristo resucita, pero resucita como «primicia» de los muertos. Es el nuevo Adán que arrastra consigo a toda la humanidad hacia la justicia y la vida.
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- La perspectiva última para el cristiano no es la muerte, sino la vida. Y la vida eterna; esa es su esperanza, una participación plena más allá de los límites de la vida presente y más allá de la muerte, en la vida misma infinita de Dios.
- En la certeza de la resurrección de Jesús radica la serenidad del cristiano frente a la muerte. Serenidad que no se confunde con insensibilidad o resignación apática; muy por el contrario es el convencimiento firme de que la muerte, contrariamente a lo que parece, no tiene la última palabra. La muerte ha sido vencida por la vida nueva del resucitado.
- Por eso, la invitación a creer que hace Jesús en el Evangelio, significa creer en un amor que está más allá de las debilidades humanas. Un amor que es más fuerte que cualquier mal que los hombres podemos hacer. Un amor que es vida para siempre, esperanza que no falla, confianza infinita.
- Creemos que Dios ha venido a vivir en medio de nosotros, creemos que Dios ha vivido nuestra misma vida, con sus angustias y dolores, con sus ilusiones y esperanzas, en la persona de su Hijo. Nuestra misma vida, vivida con un amor infinito, totalmente entregado a un amor hasta la muerte. Un amor que ha vencido, definitivamente, el mal, el dolor y la muerte misma. Un amor que es resurrección, vida nueva para siempre.
- Los cristianos, cuando recordamos a nuestros difuntos, lo hacemos mirando a Jesús, muerto en la cruz por amor, que ha resucitado, y que vive por siempre, y que nos llama a todos a compartir su vida. Esto no significa que esté ausente el dolor que siempre significa recordar a las personas que ya no están entre nosotros. Pero hay una invitación a experimentar la paz, que nos da saber que nuestros difuntos, están en buenas manos, en las manos de este Dios que quiere acoger a todos sus hijos.
- Creer en Dios significa recordar a nuestros difuntos, con la esperanza de que compartirán esta vida nueva de Jesús, resurrección que también nosotros compartiremos un día, si caminamos por este mundo siguiendo los pasos de Jesús, amando como Jesús, y confiando en Dios como Jesús confiaba.
- Hay garantía para los discípulos, de una vida que se prolonga más allá de la muerte; si el proyecto de Jesús, su Evangelio, como camino, lo recorremos como Él mismo lo recorrió; si la Verdad de Jesús, la proclamamos como Él la proclamó; si la Vida que es Jesús, la vivimos como Él vivió. La vida traspasa las murallas de la muerte.
- Porque el misterio total del hombre sólo alcanza a vislumbrarse desde el misterio de Cristo, el enigma tremendo de nuestra muerte sólo puede ser iluminado desde la suya, asumida libre y amorosamente por nosotros y por nuestra salvación; superada luego por el poder de Dios con su resurrección gloriosa; anticipo y prenda a su vez de nuestra propia resurrección.
- Dios es un Dios de vida y de vivos, no un Dios de muerte. Hoy es un día para la esperanza. Si la muerte ha sido vencida, ¿qué nos puede hacer temblar? Nada. Si vencer la muerte es posible -ha sido realidad ya en Jesucristo- ningún horizonte está cerrado. Para quien sepa ponerse confiadamente en manos de Dios, habrá desaparecido toda esclavitud, toda opresión, toda muerte. Y todo esto nos llevará a vivir en verdadera y continua esperanza, que nos lleva a trabajar con toda confianza por ese mundo nuevo, distinto, en paz, en armonía y fraternidad que todos queremos.
- Hoy, conmemoración de los fieles difuntos, es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de esa «inmensa multitud» que celebrábamos ayer. En esta Eucaristía que celebramos recordando a nuestros difuntos, comemos el Cuerpo de Cristo para unirnos a Él más fuertemente. Porque la Eucaristía es compartir ya ahora su vida nueva, como prenda de que un día viviremos su resurrección.
PARA DISCERNIR
- ¿Cuál es mi actitud ante la muerte? ¿La aguardo con angustia o esperanza?
- ¿Cómo reaccionas ante la muerte de un ser querido?
- ¿Cómo podemos entender la muerte desde la vida y pasión del Señor?
- ¿Cómo me preparo para el día en que el Señor me llame?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Creo, Señor que eres la Resurrección y la Vida
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…"¿Creemos que nosotros gozaremos de la eterna bienaventuranza? Somos mortales, pero quien nos lo ha prometido es omnipotente, es Dios. Y, ¿no puede hacer un ángel del hombre el que hizo al hombre de la nada? ¿O es que Dios tiene al hombre por nada, habiendo muerto por él su Hijo único? Cobre alientos la flaqueza humana, no desespere, no se abata, no diga: «¡Es imposible!». Dios lo ha prometido. Apareció entre los hombres, vino a tomar nuestra muerte y a prometernos su vida…, pues dijo: «Padre, quiero que donde estoy yo estén también ellos conmigo». ¡Qué inmenso amor! Vino donde estamos nosotros, para que estemos con Él, donde Él está. Hombre mortal, Dios te ha prometido que vivirás eternamente. ¿No lo crees? Créelo, créelo, pues es más lo que ha hecho que lo que te ha prometido. ¿Qué hizo? Morir por ti. ¿Qué prometió? Que vivirás con Él. Es más increíble que el Eterno muera que el mortal viva eternamente.
Pues bien, lo más increíble ya ha sucedido, Dios murió por el hombre; entonces, ¿no ha de vivir el hombre con Dios, no vivirá eternamente el hombre mortal por quien murió el que vive para siempre? El Verbo se hizo carne para ser cabeza de la Iglesia. Algo nuestro ya está arriba, en el cielo: la carne que aquí tomó el Verbo, la carne en la que murió, en la que fue crucificado.
Tus primicias te han precedido, ¿y todavía dudas de que tú has de seguirlas?"…
San Agustín. Narraciones sobre los salmos, 148, 8
PARA REZAR
Hoy te bendice nuestro corazón,
Padre, Dios de la vida,
porque en Cristo Jesús,
vencedor del pecado y de la muerte,
vemos que el fin de nuestro camino es la vida contigo.
En Jesús radica nuestra esperanza
de vida sin término,
porque es resurrección y vida
para todo el que cree en Él.
Así la vida de los que creemos en ti, Señor,
no termina, se transforma,
y al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos otra mansión eterna para vivir siempre a tu lado.
¡Bendito seas, Señor! Haz que nuestro
contacto con Cristo por su palabra,
por la fe y por los sacramentos,
despierte tu gesto creador
que da vida al hombre para siempre. Amén